Introducción
A veces se puede tener la sensación de que a partir de una cierta edad, el ácido hialurónico es casi imprescindible, se inyecta en los puntos más insospechados del cuerpo humano. En el artículo que les presento, cuya autoría corresponde a la Dra Ana Rosa Jurado, se hace un análisis de esta situación y de cómo se crea la necesidad en las mujeres. La autora, experta sexóloga, así como en temas de igualdad de género, reflexiona sobre cómo la sexualidad de la mujer se pretende seguir dirigiendo según opiniones y modas.
La Dra. Ana Rosa Jurado López es Médica y Sexóloga en The Medical Centre en Marbella (Málaga). Es Secretaria del Grupo de Trabajo de Sexología de la AEEM. Miembro de la Academia Española de Sexología y Medicina Sexual. Miembro del Grupo de Sexualidad de la AEEM y Presidenta del Instituto Europeo de Sexología en Marbella.
Dra Mª Jesús Cornellana Puigarnau
Coordinadora de la Sección CIENCIA Y HUMANIDADES
Coordinadora de la Sección CIENCIA Y HUMANIDADES
SOBRE COMO A LAS MUJERES NOS INYECTAN EN EL PUNTO G
La amplificación del punto G mediante la inyección de ácido hialurónico, inicialmente colágeno, forma parte de una de las técnicas de “rejuvenecimiento” de la vagina que se ofrecen en la actualidad desde finales del siglo pasado. Además, se ofertan técnicas quirúrgico-cosméticas para reparación de himen, vaginoplastias (para ensanchar o para reducir), vulvoplastias rejuvenecedoras, reparación de asimetrías, blanqueamiento vulvar y todo un elenco de procedimientos destinados a que la mujer no se acompleje de sus añejos órganos genitales y pueda de una vez disfrutar de su sexualidad
Concretamente la inyección de ácido hialurónico en el punto G tiene la loable misión de agrandar esta zona erógena femenina, para que sea más susceptible de ser estimulada durante un coito vaginal, de manera que la mujer pueda de una vez disfrutar de su sexualidad. La ventaja es que cuando se reabsorba el hialurónico y se pierda el efecto, no se sabe muy bien en cuantas semanas, se puede volver a inyectar, de manera que la mujer pueda seguir disfrutando de su sexualidad.
Entre los escasos datos publicados sobre estos procedimientos, destacan los obtenidos en una serie de pacientes que acuden a una unidad de ginecología estética de un hospital de Buenos Aires. Las pacientes demandaban cirugía estética vulvo-vaginal y se les informaba acerca de la anatomía y de la sexualidad. El 43% decidió operarse, con muy buenos resultados en cuanto a la satisfacción postoperatoria. A pesar de ello, los investigadores concluían que ninguna de las pacientes que demandaba cirugía realmente la necesitaba (en este grupo de pacientes nadie demandaba la amplificación de punto G) y reflexionaban sobre la necesidad de no basar la indicación quirúrgica en los resultados postoperatorios, puesto que las mujeres que habían sido convenientemente informadas y no optaban por la cirugía también presentaban una elevada satisfacción.
Las últimas revisiones publicadas sobre la cirugía estética de los genitales femeninos declaran como incuestionable la indicación de reparación tras ablación u otros crímenes sexuales, pero aconsejan la valoración individualizada de cada una de las pacientes que la solicitan, ante el riesgo de tratar una dismorfofobia con cirugía. Las recomendaciones están claras a favor de la información y la terapia sexual, sobre todo ante procedimientos que no tienen base científica, como la amplificación del punto G.
Las primeras referencias encontradas en la literatura científica sobre la inyección en el punto G de ácido hialurónico datan del año 2007. En ellas, el Comité de Práctica Ginecológica del Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos advierte de la escasa evidencia científica que avala este procedimiento y su eficacia, y de los riesgos de infección, desensibilización, dispareunia y adherencias, que se incrementan en las numerosas y sucesivas reinyecciones.
Sin embargo, desde entonces hasta la actualidad, solo se han publicado artículos de opinión y revisiones, no existen ensayos clínicos controlados. De modo que nuestra opinión para la práctica clínica y la recomendación a las pacientes depende de las opiniones de los demás.
Esto parece una entelequia, sobre todo si tenemos en cuenta que estamos opinando sobre una parte de la anatomía que no sabemos a ciencia cierta si existe, y si todas las mujeres la tienen, y si realmente es una zona erógena o un vestigio evolutivo. Algunos expertos insisten en que el punto G se ha sobredimensionado. Cuando Gräfenberg lo describió en 1950 no tenía ni la más mínima idea de todo lo que iba a dar de sí. No sabía que además, las mujeres iban a tener uretra, ni que el mejor de los orgasmos femeninos iba a provenir del estímulo de la misma, que, como dios manda, iba a estar localizado en la vagina.
E. Gräfenberg
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Lo que inicialmente se ha descrito como una discreta estructura anatómica, no constante y variable de mujer a mujer, ha sido visualizado con ecografía vaginal y ha evidenciado cambios fisiológicos durante la estimulación digital y peneana, que le han llevado a ser postulado como el punto clave del placer femenino. Ahora las mujeres tenemos algo más de lo que preocuparnos durante nuestra vida: encontrar el punto G para poder de una vez disfrutar sexualmente, como dios manda.
Y aquí estamos, 60 años de páginas escritas, de calidad científica por probar, y sin poder dar consejos a las pacientes. La mismísima Beberly Whipple, una de las pioneras en dar nombre a esta zona anatómica, participa en las discusiones sobre su posible sobredimensión, reconociendo que se ha creado una de las controversias más importantes y retadoras de la sexualidad femenina.
Beberly Whipple
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Esta experta educadora en salud sexual e investigadora ha comprobado igualmente que las mujeres son capaces de experimentar un orgasmo sin ser tocadas sobre su cuerpo.
¿De dónde sale pues tanta afición por localizar mini-puntos del placer? ¿Y por ampliarlos con inyecciones?
Supongo que tendremos que reflexionar sobre todas las opiniones de los demás para poder tener la nuestra. Yo ya lo he hecho, y tengo la mía. Desde que la mujer empezó a hablar de la gran liberación sexual, junto a la aparición de la píldora anticonceptiva, la sociedad patriarcal no ha cesado en su desinteresado empeño de dirigir esta liberación. En un principio se “permitió” la liberación femenina bajo el mismo prisma que la masculina. Las mujeres que proclamaban el amor libre eran las más modernas y aceptadas. El amor libre no era más que la capacidad para copular sin ningún problema, ni mojigatería.
De eso ya hemos pasado, afortunadamente, a defender nuestra sexualidad sin ningún complejo. La sexualidad femenina está conectada con las emociones, no es mojigata, no está centralizada en los genitales, ni en el coito. Esto no significa que sea romántica, pero tampoco que dependa de un punto mágico.
Además del evidente interés económico en la ampliación mediante inyecciones del punto G, lo cual me parece una irresponsabilidad sin que se hayan cotejado suficientemente sus riesgos y su eficacia, en el transfondo permanece la idea de seguir “dirigiendo” el placer femenino hacia donde lo dirigiría un hombre, hacia el coito vaginal, o hacia donde lo dirigiría la moral social aún establecida, heterosexual y reproductora.
Me preocupa que las mujeres ‘entren al trapo’, que tengan una frustración más que añadir a sus vidas, una meta más que conseguir para llegar a la perfección…y que nosotros, los médicos, seamos parte de la estrategia.
…que realmente es importante, sobre todo si tenemos en cuenta que la solución más reciente y novedosa para el vaginismo es la inyección de botox en el introito vaginal….pero eso da para otro artículo…y para otra reflexión…